martes, 25 de noviembre de 2014

Localismo monetario. Retorno a la raíz


A veces hay que volver en parte hacia atrás, y desandar lo andado, para volver a encontrar el camino correcto.

Tras seis años de crisis, y con Europa estancada y Japón en recesión, y algunos grandes emergentes como Brasil y Rusia también en situación de estancamiento, un gran número de ciudadanos, ya sea por estar en situación de desempleo, o por la pérdida de salario o bien por el temor a que uno mismo o nuestra empresa sea la siguiente, hemos descubierto con dolor nuestra situación de dependencia. Dependemos de los demás, unos para sobrevivir y otros para mantener su riqueza, dado el desigual reparto de la misma. Pero no es sólo de esta forma como se muestra nuestra dependencia, gracias a la división del trabajo y a la monetización de la mayoría de procesos económicos, la producción se ha independizado en cierta manera del consumo. Como consumidores nuestro papel se limita a elegir lo que alguien ha fabricado para nosotros, y como productores a ser una pieza en un engranaje dentro de una estructura piramidal diseñada para lograr la disciplina, y cuyos valores pueden no guardar relación alguna con los nuestros.

Este deprimente estado de cosas, que bien podríamos definir como alienante, ha convertido el ideal de vida autárquica, autosuficiente, en el sueño de los miles de personas que por ejemplo siguen con admiración las aventuras de Dick Strawbridge y su hijo, unos auténticos maestros del “hágaselo usted mismo”.

Pero quizás en el punto medio esté la virtud, no tanto individuos autosuficientes como comunidades con cierto grado de autosuficiencia en cuanto a sus necesidades básicas (alimentos, energía, materiales de construcción). Ello no sólo haría el sistema más robusto o resiliente, sino que permitiría a muchas personas reconciliarse, encontrar sentido, a su actividad productiva, y por tanto ser más felices.

Un propósito tan modesto, que podría parecer en un primer momento de puro sentido común, sin embargo choca frontalmente con nuestro sistema económico. En efecto, en nuestra sociedad se intenta por todos los medios que la actividad económica se guie por los precios y sólo por los precios. No se trata de que los mercados sean una herramienta para utilizar según las circunstancias, sino que se intenta que toda la sociedad se guie por un mecanismo autorregulador de mercado. En consecuencia, no podemos producir nada localmente si una vez contabilizado el transporte el producto sale un céntimo más barato en Tegucigalpa. Sin embargo el precio no te informa de la parte del stock de combustibles fósiles que se ha gastado en la producción y transporte de un producto, imposibilitando que esa parte sea usada en el futuro, quizás para aplicaciones más útiles. Tampoco te da información sobre sí para producir ese artículo ha sido necesario talar parte de una superficie forestal, cambiando los usos de la tierra, y por lo tanto contribuyendo a la pérdida de biodiversidad, que provoca a su vez la pérdida de servicios medioambientales que proporcionan los ecosistemas.

martes, 11 de noviembre de 2014

Jugando al límite. 1 - Animales y otros seres vivos (actualizado 24-11-2014)



El documental de National Geographic, Colapso (2010), basado en la obra homónina de Jared Diamond, plantea un escenario futuro en el que la actual sociedad global industrial habría colapsado. En el año 2210, doscientos años después del rodaje del documental, un grupo de científicos investiga las causas de ese colapso, descubriendo una confluencia de factores: sobreexplotación de recursos hídricos, energéticos y erosión y pérdida de fertilidad del suelo, que habría desencadenado una crisis alimentaria agravada por el cambio climático. Cada uno de estos factores es ejemplificado con el colapso de una sociedad histórica. La civilización Anasazi por la escasez de agua, Roma por la escasez energética, y la civilización Maya a causa de la crisis alimentaria.

Esta es una perspectiva bastante conocida sobre la sostenibilidad, enfocada en los recursos, y que es objeto de una gran controversia. Las élites tecnocráticas no admiten la posibilidad de una escasez presente o futura de energía (a destacar la impostura intelectual del tal Juan de Ortega en la discusión que tuve con él en este post), y lo fían todo al mecanismo de los precios, de muy dudosa eficacia en la situación presente. El objetivo es mantener las instituciones actuales a toda costa, para ello identifican cualquier crítica con una agenda oculta que trata de hacer renacer el comunismo. Respecto al cambio climático, y dado el fracaso de la disparatada agenda negacionista (a pesar de los generosos recursos invertidos en la misma) se limitan a decir que se puede evitar adoptando algunas tecnologías verdes, una disparatada fantasía que ni se molestan en justificar. Puestos a un costado los problemas de la escasez energética y del cambio climático, no habría obstáculo para continuar la estrategia del crecimiento económico. Arreglaremos el problema de la miseria y la exclusión de forma indirecta y en el futuro, merced al desarrollo de las fuerzas productivas. Desarrollo que en 200 años no ha sido capaz de acabar con ellas.

Este es el deprimente estado de cosas respecto a la cuestión de la sostenibilidad, pero es conveniente recordar que no se trata de problemas puntuales como la escasez de energía o el cambio climático, sino de algo más general, la escala de la actividad humana en relación con un sistema estable, es decir, que no crece, y que termodinámicamente podemos considerar cerrado (no intercambia materia con su entorno, pero sí energía, a una tasa prácticamente constante). Al aumentar el tamaño de los procesos de transformación (que de forma engañosa llamamos producción) que realizamos en nuestro entorno, es predecible que esas modificaciones puedan dar lugar a indeseables consecuencias, y de hecho así lo observamos en la realidad, contrastando la hipótesis de partida.

Un trabajo reciente ha puesto de manifiesto esta dinámica al establecer los Planetary Boundaries (Límites Planetarios), que son condiciones en parámetros clave que deberíamos tratar de mantener para que La Tierra permanezca en las condiciones que han permitido el desarrollo y la multiplicación de la especie humana, el estado que se conoce como Holoceno. Sin la intervención humana, este estado se mantendría algunos miles de años más, pero dada la escala de nuestras actividades sobre el planeta esto ya no está asegurado, lo que puede dar lugar a cambios desagradables e incluso catastróficos, a nivel regional y global, y dentro del marco temporal de nuestra vida o la de nuestros hijos.

miércoles, 1 de octubre de 2014

¿Es la economía una ciencia? El lamentable ejemplo de Juan Ramón Rallo y la teoría sobre el origen evolutivo del dinero


Podría parecer un esfuerzo vano y algo extraño realizar ahora un artículo sobre el origen del dinero. Dejando a un lado curiosidades y disquisiciones eruditas ¿a quién le importa? ¿no deberíamos centrarnos en discutir qué hacemos con el dinero? ¿por quién y cómo debe ser creado? Esto es cierto, y sin embargo podemos aprender mucho sobre nuestra sociedad, sobre cómo las instituciones dominantes moldean nuestro pensamiento, a través de las diversas narrativas sobre el origen del dinero. No es casual que en una economía dominada por el intercambio (mercado) y un centro redistribuidor (estado), dos de las narrativas, las más ruidosas, que afirman estar en posesión de la verdad lo hagan clamando que uno de esos principios es la clave para entender el origen del dinero. De esta forma proyectamos una forma de pensar propia de nuestra época sobre un tiempo absolutamente diferente. Según Alla Semenova:
La práctica habitual ha sido proyectar las funciones y definiciones modernas del dinero en las sociedades de la Grecia arcaica y la antigua Mesopotamia. Pero esas sociedades estaban caracterizadas por modos fundamentalmente distintos de integración socio-económica que no existen en la actualidad.

miércoles, 17 de septiembre de 2014

Última llamada: una respuesta y una breve reflexión sobre la cooperación

Hace dos días desde la asociación Autonomía y Bienvivir publicamos un texto colaborativo en el conocido blog de Antonio Turiel The Oil Crash. Dado que en la actualidad tres cuartas partes de los lectores de La Proa del Argo no se cuentan entre los peakoilers, creo que tiene sentido publicarlo aquí también, pasado un plazo suficiente para dejar a Antonio la primicia, dado que nos ofrece la mejor tribuna a la que podemos acceder (también estuvimos en la radio, pero eso es otra historia).

El texto es una respuesta al manifiesto Última llamada. Es por tanto una enmienda a la totalidad del sistema socio-económico actual, y a los graves problemas de nuestra civilización, un sistema que nos obliga a crecer en grave detrimento del capital natural, de los stocks que nos proporcionan los servicios para la subsistencia y el disfrute de la vida. El texto deja a un lado en gran medida la descripción de los problemas para centrarse en las soluciones, si alguien quiere entrar en más detalle en la problemática puede consultar en este mismo blog las entradas Por qué #nodebemos #__pagamos y siguientes, El pensamiento económico de Frederick Soddy, De la mirada del broker a la del astronauta, La insostenibilidad de los sistemas de precios y La utopía de la inclusión: 1. El problema.

Es también el momento de hacer una breve reflexión sobre la andadura de la asociación y la cooperación. Lo poco que hayamos podido conseguir es fruto de la cooperación estrecha, codo con codo, con otras trece personas. Es indudable el valor de la cooperación, lo que la exigua fuerza de una persona es incapaz de lograr, puede lograrse con la ayuda mutua. Sin embargo, según Polanyi, la sociedad de mercado debe funcionar con ausencia de cooperación consciente. La misma conclusión parece extraerse de las observaciones del gran sociólogo Pierre Bourdieu, retomando el texto que comentábamos en Para la Libertad... (Excurso): La utopía de las cero opciones:

En nombre de este programa científico de conocimiento, convertido en programa político de acción, se cumple un inmenso trabajo político (denegado, porque en apariencia es puramente negativo), que busca crear las condiciones de realización y de funcionamiento de la “teoría”: un programa de destrucción sistemática de los colectivos.
El movimiento se posibilita a través de la política de desregulación financiera, en marcha hacia la utopía liberal de un mercado puro y perfecto; se lleva a cabo a través de la acción transformadora y, hay que decirlo, destructora de toda medida política que pretende cuestionar todas las estructuras colectivas que puedan obstaculizar la lógica del mercado puro. Entre ellas se encuentran: a) la nación cuyo margen de maniobra no cesa de recortar; b) los grupos de trabajo que afecta a través, por ejemplo, de la individualización de los salarios y las carreras en función de las competencias individuales y la atomización de los trabajadores que ello desencadena; c) los colectivos de defensa de los trabajadores, los sindicatos, las asociaciones, las cooperativas: d) la familia misma, la que pierde una parte de su control sobre el consumo a través de la constitución de mercados por rangos de edad.

Mi impresión es que sin necesidad de fuerzas coactivas, que sin duda existen, la cooperación es frágil. Varias personas han rehusado participar en esta empresa apasionante por matices nimios. A ello se une el sabor de boca que me deja la recepción del artículo, que ha sido entusiasta por parte Antonio Turiel, calificándolo en su Facebook como “posiblemente uno de los post más importantes que se hayan publicado en el blog”, frente a la recepción de sus lectores habituales, de los que hemos obtenido pocas palabras de aliento, al menos hasta el momento. No tengo una explicación cabal para este fenómeno, quizás, especulando, al hacerse nuestra sociedad más compleja los itinerarios educativos y afectivos de los individuos se hacen cada vez más divergentes. La individualización se hace extrema, y un arroyuelo de discrepancia se convierte en un abismo insalvable.

Dijo Mancur Olson, en su obra La lógica de la acción colectiva que el simple hecho de buscar un objetivo común entre varias personas hará que la mayoría de ellas no se esfuercen, al no poder ser excluidas de los beneficios comunes. Está lógica se rompe cuando disfrutamos con la cooperación, cuando el trabajo por el objetivo común se convierte en un placer, en una forma de ocio que nos proporciona sentido, y cuando disfrutamos aprendiendo de los compañeros de viaje. Satisfacemos de esta forma varias necesidades humanas: participación, identidad, entendimiento, ocio, creación.

No hay alternativas a la cooperación, pero gracias a Dios el viaje promete ser apasionante. Les dejo ahora con nuestro

 Programa para una Gran Transformación


 

martes, 9 de septiembre de 2014

La utopía de la inclusión: 2. La solución



En la primera parte de este artículo realizamos una breve descripción de uno de los problemas centrales de nuestra sociedad: el problema de la inclusión. En nuestra sociedad no existe el derecho a participar en los costes y beneficios de la producción, quedando esta condicionada a la demanda de empresas y agentes, y de forma indirecta al crecimiento económico.

Es complicado polemizar una realidad tan sólidamente sedimentada en nuestros hábitos y en nuestro día a día, hasta el punto que pocos se atreverían a cuestionar lo que puede llegar a parecer el orden natural de las cosas. Nada más lejos de la realidad, tal y como mostramos, si bien el trabajo siempre acompañó al hombre en su relación con el medio natural y en la búsqueda de su sustento, la creación del mercado de trabajo es un suceso histórico, nada natural, más bien al contrario, el resultado de una gran coacción. Otras sociedades, en el pasado, institucionalizaron el derecho a la inclusión, tradicionalmente a través de los bienes comunes, y lo hicieron porque es tanto racional como sostenible.

El problema no es sólo todo el sufrimiento que provoca la exclusión, imposibilitando la satisfacción de necesidades humanas básicas, sino que la solución indirecta a este problema, a través del crecimiento económico, se ha convertido en un móvil en sí mismo. De esta forma, problemas ficticios como producir más bienes en un mundo con abundancia de bienes, se convierten en centrales, por sus consecuencias sobre el bienestar de las personas. Es así como entramos en una lógica perversa, según la cual no se pueden resolver los problemas reales, como el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, o el agotamiento de materias primas, puesto que están condicionados por problemas ficticios. El problema no se puede resolver, puesto que está mal planteado, necesitamos replantear el problema. Es preciso entender que la economía está para servir al ser humano y no el ser humano para servir a la economía.

martes, 19 de agosto de 2014

Consideraciones críticas y elogiosas sobre la Teoría Monetaria Moderna



Aprovechando el parón veraniego que se produce en Internet, voy a meterme “en camisa de once varas”, con unas consideraciones críticas, aunque también elogiosas, acerca de la Teoría Monetaria Moderna. No me cabe duda que la postura post-keynesiana, que por ejemplo defiende Juan Laborda en VozPopuli, es la más lúcida de las que tienen eco mediático, si bien hay posturas mejores, como la economía ecológica, que no tienen eco ninguno.

Los post-keynesianos son los principales defensores de la teoría del dinero endógeno, que sostiene que es la demanda de crédito de los agentes de la economía la que determina la cantidad de dinero, y no el banco central. Recientemente esta postura ha cobrado mayor relevancia de cara a la opinión pública, merced a un documento publicado por el Banco de Inglaterra en el que se podía leer “En situaciones normales (tradúzcase por: cuando no hay una crisis), el banco central no fija la cantidad de dinero en circulación, ni el dinero del banco central “es multiplicado” en más préstamos y depósitos”

¿Cuál es la relevancia de esta afirmación? Los despistados ciudadanos poco a poco vamos tomando conciencia de que los bancos crean dinero, en sentido amplio, al realizar sus préstamos. Usualmente se suponía que esto seguía el proceso conocido como “reserva fraccionaria”, es decir, los bancos creaban créditos por importe superior a las reservas de las que disponían ¿Reservas de qué? De dinero bueno, de base monetaria, que crean los bancos centrales, que originalmente era la deuda del Rey, aunque por una lamentable confusión durante un tiempo se confundió con el oro. Los bancos lo que harían sería multiplicar estas reservas un cierto número de veces. Lo que nos dice el Banco de Inglaterra, sin embargo, es que esto no es así. Los bancos crearían crédito según la demanda del mismo, y el banco central iría detrás, creando reservas para cuadrar las cuentas. El multiplicador monetario es un mito.

miércoles, 25 de junio de 2014

Ni globalización ni nacionalismo: Internacionalización


Estamos viviendo un auge inusitado del nacionalismo, que en algunos casos se está materializando en el ascenso de partidos “antisistema”, como el Frente Nacional en Francia o UKIP en Reino Unido, en otros en forma de movimientos secesionistas, como los de Cataluña, Escocia o las regiones pro-rusas de Ucrania, y por último, también se manifiesta en forma de restricciones a la entrada de extranjeros. Incluso extranjeros del llamado primer mundo, como los españoles, pueden ver su entrada restringida en Suiza, junto con la del resto de europeos (de momento han empezado con los croatas), o son expulsados de Bélgica sin demasiados miramientos, simplemente por no disponer de empleo, aun después de años de residencia.

El auge del nacionalismo no es contradictorio, ni mucho menos, con el proceso globalizador, más bien parecen estar relacionados, y ser las dos caras de la misma moneda. Aunque el nacionalismo y la globalización se nos presentan como principios opuestos y excluyentes, como dos opciones entre las que habría que elegir, bien se podría argumentar que en realidad están estrechamente vinculados: el nacionalismo parece surgir como consecuencia de la globalización. La razón, obvia, es que la globalización es el intento de establecer una reglas fijas y universales para las relaciones económicas entre naciones, en definitiva, un racionalismo económico al que quedaría supeditada la soberanía nacional. Citando a Herman Daly

La globalización, considerada por muchos como la ola inevitable del futuro, se confunde a menudo con internacionalización pero es, de hecho, algo totalmente diferente. La internacionalización se refiere al incremento de la importancia del comercio internacional, las relaciones internacionales, tratados, alianzas, etc. Inter-nacional, por supuesto, significa entre naciones. La unidad básica continúa siendo la nación, aun cuando las relaciones entre naciones sean cada vez más necesarias e importantes. La globalización se refiere a la integración económica global de muchas antiguas economías nacionales convertidas en una economía global, principalmente por el libre comercio y la libre circulación de capitales, pero también mediante una migración fácil o, incontrolada. Es la efectiva erosión de las fronteras nacionales por motivos económicos. Lo que era internacional deviene interregional. Lo que era gobernado por la ventaja comparativa ahora es dictado por la ventaja absoluta. Lo que era muchos se convierte en uno. La misma palabra “integración” deriva de “entero”, significa uno, completo o, todo. Integración es el acto de combinar en un todo. Debido a que debe haber un todo, una sola unidad con referencia a la cual las partes se integran, se sigue que la integración económica global implica lógicamente la desintegración económica nacional. Por des-integración no quiero decir que la dotación industrial de cada país es aniquilada, sino que sus partes son arrancadas de su contexto nacional (des-integradas), para ser re-integradas en un nuevo todo, la economía globalizada. Como dice el refrán, para hacer una tortilla tienes que romper algunos huevos. La desintegración del huevo nacional es necesaria para integrarlo en la tortilla global.

jueves, 5 de junio de 2014

La utopía de la inclusión: 1. El problema


No hay como volver la vista atrás para valorar las tendencias que sigue el mundo, de forma lenta pero hasta ahora claramente definida. En 1999, en la llamada batalla de Seattle, conocimos la existencia de los antisistema, que nos dijeron debíamos valorar como un anacronismo, un sedimento del pasado, radicales que no aceptaban de buen grado que habíamos, por fin, alcanzado el fin de la historia. Una década y media después, el grupo de antisistema sigue engordando a derecha e izquierda, y de repente recordamos que la política y la sociedad no son un mero apéndice de lo único importante: la economía.

En estos años hemos sido sacudidos por una crisis económica descomunal, de proporciones desconocidas hasta ahora ¿verdad? Según datos del Banco Mundial nuestro PIB por habitante ha pasado de 26.927 dólares en 2007 a 24.817 dólares en 2012, a precios constantes. Hemos perdido casi un 8% de muestra renta media, volviendo  a la que teníamos en 2002. Sin embargo en ese año se decía que “España va bien”, y hoy por el contrario nadie se atrevería a afirmar semejante cosa.

¿Por qué estamos tan mal ahora con el ingreso promedio que hace una década no nos parecía para nada inadecuado? Aceptando que había cierta dosis de demagogia en la afirmación de que las cosas iban bien, hay que reconocer que no existía la sensación de drama nacional que ahora percibimos por doquier. La respuesta a esta aparente paradoja es sencilla, se trata de la desigualdad. Según Thomas Piketty, autor del libro de moda, si la distribución del ingreso es tremendamente desigual, lo es todavía más la riqueza. Dado que usamos riqueza (tierra, edificios, dinero, máquinas) para producir aquello que necesitamos para sobrevivir y para el disfrute de la vida, el que esta esté acaparada en unas pocas manos plantea un problema enorme, poniendo en riesgo la propia supervivencia de la sociedad y de la mayoría de sus individuos. El mercado de trabajo es la institución encargada de solventar esta dificultad. A través del empleo conseguimos el ingreso que nos permite sobrevivir y disfrutar de la vida.

lunes, 26 de mayo de 2014

La insostenibilidad de los sistemas de precios


Tras debatir con algún panglossiano sobre los sistemas de precios, me aparto un poco de la línea que tenía trazada para realizar un breve artículo sobre esta cuestión, que es tan sólo un corolario de la exposición realizada en De la mirada del broker a la del astronauta: causas profundas de nuestra crisis económica, pero corolario que creo puede tener cierto interés, dada la enorme confusión que existe al respecto.

Incluso aquellos que son críticos con la idea del crecimiento ilimitado, asumen que un sistema de precios puede contribuir de forma significativa a la sostenibilidad. Asumen por tanto el argumento de los economistas, que fue expresado de la siguiente forma por Paul Samuelson:

La omisión fundamental en los modelos de Meadows y Forrester es la escasa atención que en ellos se presta al efecto de la escasez sobre el precio y el uso. En el mundo real, cuando los recursos comienzan a escasear y los cuellos de botella del aprovisionamiento comienzan a lentificar las tasas de crecimiento, como ocurre en la simulación de Forrester, los precios concretos suben.

Lo primero que se podría alegar ante esto es ¿y qué? ¿Qué implica que suba el precio? Lo que está implícito en este razonamiento es que la señal de la subida del precio nos da los incentivos adecuados para encontrar una solución. Los economistas se creen esto a pies juntillas, y sin embargo, como es obvio, aun teniendo los incentivos adecuados podemos ser incapaces de encontrar las soluciones adecuadas, el futuro no está escrito, y nadie nos garantiza encontrar soluciones a todos los problemas, y mucho menos en el plazo que a nosotros nos resulta conveniente, entre otras cosas porque puede haber problemas sin solución. Esto se suele obviar y se echa una manta metafísica sobre la cuestión, al final la idea de progreso funciona de forma similar a la idea de Dios.

miércoles, 7 de mayo de 2014

El insostenible crecimiento de la economía española


Hace un par de años, dejando a un lado problemas más profundos de índole estructural, pusimos nombre a los males más inmediatos y urgentes que aquejaban la economía española; sufríamos lo que en la jerga económica y financiera vienen llamando desde que comenzó la globalización un “Sudden Stop”, que definíamos de la siguiente forma:

Un ajuste del déficit por cuenta corriente provocado por el exterior. Hablando claro, como país nadie nos presta un penique, necesitamos esa financiación, y como no la tenemos, está cayendo la demanda interna, el consumo, la inversión, el empleo y los salarios. 
Es un proceso que se viene repitiendo en muchos países desde los años 80, una crisis típica de la época de la libertad de movimiento de capital: Suecia, Noruega, Finlandia, México, Tailandia, Indonesia, Malasia, Filipinas, Corea, Rusia, Brasil, Argentina, Turquía, son algunos ejemplos.


Hay tres razones fundamentales para que exista esta crisis de liquidez y la deuda española sea cara:  
a) La situación del sistema financiero, que le impide captar pasivo con el que dar crédito, tanto al estado como a toda la economía. 
b) El riesgo de ruptura del euro, que ha provocado un auténtico “bank run” en la eurozona. Eso hace que el pasivo del sistema financiero español no sólo no crezca sino que disminuya. 
Y por último 
c) El balance del país, público y privado, con un desequilibrio exterior muy grande y por tanto muy apalancado sobre la deuda externa.

Diagnóstico que resultó, aunque esté mal que yo lo diga, bastante certero. España se había comprometido con Europa a atajar el problema del sector financiero, el primero de los mencionados en esa lista, y tras firmar las condiciones de un paquete de ayuda, y por encima de todo, formarse un nuevo gobierno en Grecia que garantizaba el cumplimiento de las obligaciones financieras del país heleno, el BCE se decidió por fin a actuar. Mario Draghi afirmó aquello de que haría “lo que fuese necesario, para salvar el euro”, y el segundo problema de la lista se desvaneció, con resultados espectaculares. Desde esa fecha, las condiciones de financiación mejoraron de forma paulatina, pero vigorosa, lo cual parece indicar que nuestro análisis era acertado.

miércoles, 9 de abril de 2014

De la mirada del broker a la del astronauta. Causas profundas de nuestra crisis económica.


Necesitamos historias para explicar el mundo. Sin narraciones, sin atribuir un valor y contenido simbólico a nuestras obras, no sabríamos cómo actuar. Entendemos el dolor de Hamlet, cuando su madre se casa con el hermano de su padre, un mes después de la muerte de este, pero no por ello podemos definirlo como “natural”, más bien al contrario, está condicionado por nuestras narraciones sobre el mundo. Para muestra, este diálogo acerca de la obra de Shakespeare entre una antropóloga y un grupo de indígenas:

«En nuestro país el hijo sucede al padre. Pero en este caso, fue el hermano menor del jefe muerto el que se había convertido en jefe, y además se había casado con la viuda de su hermano mayor tan sólo un mes después del funeral.»
«Hizo bien»
, exclamó radiante el anciano, y anunció a los demás, «Ya os dije que si conociéramos mejor a los europeos, encontraríamos que en realidad son como nosotros. En nuestro país», añadió dirigiéndose a mí, «también el hermano más joven se casa con la viuda de su hermano mayor, convirtiéndose así en padre de sus hijos».

Periódicamente me viene a la memoria el final del documental “Surviving Progress”, basado en la obra “Breve historia del progreso” del antropólogo Ronald Wright, y que comentábamos en el artículo “El fin del crecimiento ¿La era de la moderación o de las consecuencias?”. Muy inteligentemente, Wright nos plantea una hipótesis plausible sobre el fin de la civilización Maya. Existiría un contrato social implícito, según el cual una de las funciones de la élite político-religiosa sería interceder ante los dioses para asegurar protección a las cosechas contra los infortunios del destino. Aunque esto se ve muy lejano, en realidad no es muy diferente al pensamiento de muchos de nuestros contemporáneos, que piensa que hay algo llamado “políticos” cuya función es velar por la existencia de “puestos de trabajo” que garanticen a las personas ser incluidas en el reparto de la producción.

¿Qué harían los Mayas cuando la erosión del suelo y la escasa fertilidad de la tierra provocasen una mala cosecha tras otra? ¿Construirían nuevos templos, incrementarían el número de sacrificios para calmar a los dioses? El lado negativo de atribuir un contenido simbólico a nuestros actos es que nos hace tremendamente resistentes al cambio. Parecemos incapaces de actuar movidos por la realidad desnuda, y por tanto necesitamos crear un nuevo ropaje simbólico antes de actuar de otra forma.

En aquel artículo preguntábamos: ¿Dónde están los castillos y palacios del siglo XXI? ¿Cuál es el oscuro arcano cuyo dominio es potestad de la élite, y que restablecerá de nuevo el crecimiento? La respuesta es posiblemente muy compleja, pero para empezar a atisbarla tendremos que cambiar nuestro punto de vista, desechando como intranscendentes cuestiones que ahora nos parecen de vital importancia, como el PIB o los puestos de trabajo. La narrativa que adoptábamos en un mundo relativamente vacío, la de los conquistadores, colonos, cowboys, emprendedores, brokers, debe cambiar a la de un mundo relativamente lleno, un astronauta en su nave espacial.

jueves, 6 de marzo de 2014

Dinero libre y sostenible, la solución a los desahucios y a la deuda pública


En este artículo vamos a analizar cómo haríamos la transición desde nuestro sistema monetario de dinero crédito bancario (como ya sabemos la mayor parte del dinero que usamos está en forma de depósitos en cuentas bancarias, que son creados mediante préstamos bancarios) a un sistema de dinero públicamente emitido libre de deuda. Comprobaremos que esta reforma sencilla, técnicamente estudiada, que se podría realizar con tan sólo unos pocos cambios legales, nos ofrece además una serie de ventajas secundarias que nos pueden ser muy útiles en estos momentos. Ventajas de enorme calado, con ganancias en cuanto al bienestar y la equidad, pero cuya importancia superior sea tal vez a nivel moral, pues restablece un principio de justicia, de dar a cada uno lo suyo, evitando lo que tantas veces en la historia de nuestra sociedad se ha intentado definir de formas diversas, como “el ingreso no ganado” de Henry George, o “los falsos derechos” de Maurice Allais, o directamente “la usura” de Stephen Zarlenga.

Recordemos las medidas que habría que tomar, tal y como eran definidas por Frederick Soddy

La emisión y retirada de dinero deben ser potestad de la nación, realizarse en función del interés general, y debe cesar por completo de proporcionar beneficios a las corporaciones privadas. El dinero no debe devengar intereses a causa de su existencia, tan solo cuando es realmente prestado por su legítimo dueño, que lo da al prestatario.
Una parte muy importante de la deuda nacional debe ser cancelada y la misma suma de dinero Nacional emitido para reemplazar el crédito creado por los Bancos.
Los bancos deben ser obligados a mantener reservas de 'Moneda Nacional' dólar por dólar por cada dólar depositado en ellos, a excepción de los depósitos que están genuinamente 'invertidos', y no estén disponibles para ser utilizados como dinero.

domingo, 23 de febrero de 2014

Crecimiento, la idea que dividió al planeta


Dedicado a los panglossianos de todos los partidos


Un cisma, una herida más profunda que la que infligiera Martin Lutero en el Renacimiento, se abrió hace ya más de 40 años, en la década de los 70, en el seno de la “ostentosa” civilización occidental.

Los elevados niveles de contaminación propiciados por el desarrollismo industrial de las tres décadas anteriores, la llamada Edad Dorada del Capitalismo, durante la cual se alcanzaron las tasas de crecimiento del PIB global más altas de la historia, hicieron sonar la voz de alarma, y a petición del gobierno sueco, las naciones unidas convocaron la primera conferencia internacional sobre el medio ambiente “humano”.


Tan sólo un año después, la cuestión de la contaminación era desplazada por la de los recursos no-renovables, cuando estalló la primera crisis del petróleo. Si bien es cierto que la crisis fue consecuencia de decisiones políticas (la decisión de los productores de cesar la exportación a varios países, incluidos EEUU y sus aliados), puso de relieve la vulnerabilidad del sistema económico a la escasez de ciertas materias primas, así como el declive inevitable en la producción de los campos petrolíferos, como los de los Estados Unidos de América.


Declive que había sido previsto con anterioridad por el geólogo Marion King Hubbert, lo cual era si cabe más inquietante.

Esos hechos, propiciaron el inicio del que será, o incluso ya es, el mayor debate intelectual en la historia de la humanidad. Debate que empequeñece y deja en pañales aquel entre católicos y protestantes, o el de capitalismo contra socialismo: mercado vs. estado.

A un lado se situaron aquellos que pensaban que los problemas se podían resolver uno por uno, según fuesen surgiendo, y que no era necesario realizar cambios profundos en las instituciones que regían nuestros modos de vida. A falta de deslumbrantes argumentos, estos prestidigitadores de la razón tenían su inmenso poder como principal punto de apoyo. El estatus quo económico y político, el poder corporativo y los gobiernos de todo el mundo, han apoyado sin reservas, con hechos, palabras y abundantes fondos, a los contendientes de este lado. La economía neoclásica, convertida, según el historiador Eric Hobsbawm, en la nueva religión, es el principal exponente de esta facción de la academia.

Lo curioso es que hemos hecho a una ciencia social, y por tanto humana, la brújula que guía nuestros destinos. Una ciencia humana que abstrae el proceso económico del resto de lo que constituye lo humano: su psique, sus relaciones sociales, su entorno natural. No sólo eso, sino que entra en contradicción flagrante con el resto de ciencias que estudian lo humano, la psicología, la biología, la sociología, la antropología, la ecología, y asume esa contradicción con impasibilidad. El símil mecánico,la mecánica de la utilidad y el interés propio” de la que hablara Stanley Jevons, permitió introducir matemáticas avanzadas en la teoría económica. La matemática, en vez de utilizarse para construir modelos a partir de los hechos, se utilizó para construir modelos que suplantasen a los hechos, una manta metafísica sobre la realidad.

Conviene tener siempre presente las palabras de Edgar Morin al respecto de este burdo mecanicismo:

La economía, que es la ciencia social matemáticamente más avanzada, es la ciencia social humanamente más retrasada, pues ha abstraído las condiciones sociales, históricas, políticas, psicológicas y ecológicas inseparables de las actividades económicas… Quizá la incompetencia económica haya pasado a ser el problema social más importante

miércoles, 5 de febrero de 2014

En busca de la igualdad, junto a Zygmunt Bauman



Ayer pasó por Madrid Zygmunt Bauman, para participar en la conferencia-debate que con el título “Economía y sociedad en un mundo líquido”, era en realidad una excusa para hablar de su último libro “¿La riqueza de unos pocos nos beneficia a todos?”. El tema, tanto del debate como del libro era, por supuesto, la desigualdad, cuestión que algunos quieren trivializar y reducir a una cuestión de envidia, cuando en realidad, como veremos, es una cuestión transversal, cuyo resultado es a su vez causa y consecuencia de múltiples factores del interactuar social, que conceptualizamos como justicia, felicidad, república, democracia, etc.

En lo que sigue haré una descripción de la conferencia escribiendo sobre fondo gris, y mis reflexiones al margen las escribiré sobre el fondo blanco habitual. Evidentemente, mi descripción de la charla no puede ser sino subjetiva, pero creo que la distinción puede resultar útil.

La conferencia se desarrolló en la fundación Rafael del Pino, lugar dedicado a promover las virtudes del emprendimiento y el libre mercado, y por tanto con escasa predisposición a limitar la riqueza de los ricos, o a prestar atención a reproches por cuestiones tan triviales como la desigualdad, que no necesariamente guardan relación con el crecimiento del PIB.

Es por eso que los interlocutores de Bauman (la fundación utilizó a dos, uno para hacer la introducción de los conferenciantes y otro para dar la réplica al sociólogo polaco) tendieron en todo momento a intentar desactivar su discurso, o a encauzarlo hacia lugares donde sería inocuo para el sistema. Utilizaron tres estrategias:

- Relativizar la desigualdad: “La desigualdad no es miseria, y debemos considerar que en los últimos años 1.000 millones de personas han abandonado la pobreza extrema a nivel global”.
- Reducirlo a una cuestión técnica económica: “Podemos primar la eficiencia de los mercados, y por lo tanto el crecimiento, o la equidad”.
- Plantear la cuestión no como un reproche de la sociedad al sistema económico (que podría llevarnos por caminos no deseados y peligrosos –marxismo (sic)-, sutilmente insinuados por el contendiente del profesor Bauman), sino como un reproche del sistema económico a la política. “La desigualdad no es un fruto natural del sistema económico, sino una consecuencia de la existencia de oligarquías que se benefician de privilegios políticos. Por consiguiente, la sociedad civil debe velar de forma especial por el buen desarrollo del proceso político”.

lunes, 27 de enero de 2014

¿Estamos entrando en una nueva fase de la crisis sistémica global?


Me ha pillado de sorpresa (no por ser inesperado, sino porque lo esperaba para dentro de unos meses) la noticia del derrumbe del peso argentino y la lira turca. Ya advertíamos en el último post que dedicábamos a analizar la situación económica y financiera de España que era previsible una crisis en los países emergentes:

Hay un cierto patrón de crisis financieras durante el periodo de globalización, que se corresponde con las dificultades de financiación de los déficits de las balanzas de pagos. A una primera crisis en los países emergentes, le sigue una crisis, una década después, en los países desarrollados, y tras esta la crisis vuelve a los emergentes al cabo de cinco años.

Siguiendo ese patrón a la crisis de deuda de los ochenta en Latinoamérica (y Asia) le habría seguido el pinchazo de la burbuja japonesa y la crisis del mecanismo de tipo de cambio europeo, a principios de los 90, luego la crisis de los Tigres asiáticos en 1997, la crisis de las hipotecas subprime diez años después, y ahora, trascurridos cinco años desde el momento álgido de esa crisis, toca otra vez crisis financiera en los países emergentes. Esto parece, y es, la cuenta de la vieja, pero de momento se viene cumpliendo de forma implacable.

lunes, 20 de enero de 2014

Dinero vs Energía: El pensamiento económico de Frederick Soddy


Casi siempre los hombres que logran estos inventos fundamentales de un nuevo paradigma han sido muy jóvenes o muy nuevos en el campo cuyo paradigma cambian.
Thomas S. Kuhn La estructura de las revoluciones científicas (1962)


¿Es posible que el mayor legado de un premio Nobel haya permanecido por largo tiempo en el olvido? Tal parece ser el caso de Frederick Soddy, cuyo pensamiento económico está siendo recuperado por defensores de su reforma monetaria como Stephen Zarlenga, y por economistas ecológicos como Herman Daly.

Cuando Soddy comenzó a interesarse por la economía era ya premio Nobel de química, por su contribución al estudio de los fenómenos radioactivos y la demostración de que existían átomos con las mismas propiedades químicas y distintos pesos moleculares, que denominaron isótopos. El trauma de la I guerra mundial le hizo plantearse el sentido de su actividad investigadora ¿Para qué descubrir las leyes de la naturaleza si estas serían empleadas en el diseño y creación de máquinas de guerra destinadas a la destrucción?

¿Qué clase de mundo alcanzaríamos si la energía atómica alguna vez llegase a estar disponible […] Si el descubrimiento se realizara mañana, no hay una nación que no se lanzase en cuerpo y alma a la tarea de aplicarlo a la guerra, tal y como lo están haciendo ahora en el caso de las recientemente desarrolladas armas químicas de gas venenoso. […] Si [la energía atómica] llegara bajo las condiciones económicas existentes, significaría la reducción al absurdo de la civilización científica, una aniquilación rápida en lugar de un colapso no muy persistente. [1]